El profesor Tíril hizo sonar un
silbato y los tres equipos de décimo echaron a correr hacia las cucañas. Pronto
comenzaron a subir por ellas con distintas estrategias. Los azules construían
una torre, muy segura pero muy lenta. Los blancos, más directos, se alzaban uno
sobre otro formando una columna, agarrándose a la vez a la resbaladiza piel de
la cucaña para no caerse. Los verdes parecían no saber qué hacer. Se habían
dividido en dos grupos de niños y niñas y discutían entre ellos. De repente las
tres niñas, Alia, Espia y Vitia izaron una columna y a sus pies se colocaron
Furo, Teno, Coro y Audo con los brazos entrelazados. Entonces Vitia, con su
cabellera rubia ondeando al viento, saltó desde lo alto de la columna de las
niñas sobre los brazos de los chicos, que la catapultaron hacia arriba. Se
elevó hacia la bandera y la peinó con los dedos, pero no consiguió agarrarla.
Se oyó un “¡Oh!” de decepción entre el público de niños, padres y profesoras,
seguido de un estruendoso aplauso y muchos gritos de asombro, mientras Vitia
caía sobre la arena de la playa y rodaba sobre ella hasta quedar bajo las olas
por un instante. Enseguida se incorporó de un salto, mojada pero muy sonriente,
hizo una reverencia y corrió a reunirse con su equipo...
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