domingo, 14 de agosto de 2016

La fiesta de fin de curso

Después de comer todos salieron a la playa y se dirigieron hacia el viejo embarcadero. Hacía mucho que había quedado varios metros por encima del agua debido al continuo descenso del nivel del mar. Ahora sólo se utilizaba en la Fiesta de Fin de Curso. Habían montado allí una gran carpa, y el grupo de música y sus ayudantes atravesaron la pasarela que lo unía a tierra firme y entraron dentro. Pronto se empezó a escuchar el sonido de los instrumentos afinándose y las voces preparándose para el baile de fin de curso, el broche de oro de la fiesta.
Mientras los más pequeños, los padres y las profesoras paseaban por la playa y el palmeral, los de décimo se encerraron en la Casa de los Estudiantes, arreglándose los peinados y preparando sus estrategias para el baile. Luego, en pequeños grupos, salieron del edificio, se acercaron al embarcadero y se pusieron a dar vueltas al pie de la pasarela. Al cabo de un rato empezaron a formar corrillos, esperando aquel momento tan especial, las niñas cuchicheando y riendo y los chicos empujándose y retándose.


— ¿Has visto a Furo? ¡Qué bien le queda ese peinado!
— ¿Eh? Sí.
— ¿A que está muy guapo?
— ¡Que sí!
— Espia, no te des la vuelta, que te está mirando.
Espia giró un poco la cara y enseguida se volvió, colorada como un tomate.







— ¡Eh! ¡Me ha mirado! ¡Me ha mirado!
— ¡Coro, no te lo crees ni tú!
— Audo, díselo. ¿A que Vitia me ha mirado?
— Sí. Es verdad.
— ¿Lo ves?
— Vale, te ha mirado. ¿Y qué?



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