La luz de la luna arrojaba las sombras alargadas de los caminantes sobre
la pradera como si fueran los dedos de una mano. La sombra del que iba
delante parecía el pulgar, porque era el más pequeño de grupo. Iba
desnudo, y sonre sus hombros llevaba una vara larga sujeta con los
antebrazos. Los cuatro hombres que le seguían se protegían del frío con
una pelliza, túnica de lana y pantalones, y cargaban a la espalda
grandes fardos de piel.
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