— ¡Ejem! Veamos, ¿dónde estás,
Resistencia de Meridone? —canturreó Tiemus, y empezó a recorrer las hileras de
estanterías.
El muchacho caminaba detrás con
los ojos atentos a todo. Sobre la superficie vidriada de las estanterías, sujetos
en pie por alguna fuerza invisible, había miles de pequeños tubos de cristal
llenos de líquidos de diversos colores, rosas, fucsias, lilas, malvas, que
refulgían como piedras preciosas.
— Veamos, curso del 70, 71,...
¡Sí! —exclamó el hombrecillo—. Tienes que estar por aquí.
Debajo de una hilera de tubitos
se leía: "Curso del 4.872".
— Refugio de Nivalis, Aurora de
Nortea,... ¡Ah! —El hombre cogió un tubo entre los dedos y leyó el nombre grabado
en él—: ¡Resistencia de Meridone! ¡Éste eres tú!
Tiemus sostenía en su mano un
tubo con un líquido de color púrpura que Reto contempló con una mezcla de temor
y asombro. Aquello era él.
— ¡Es mi esencia!
— Sí, éste eres tú. Ya sabes,
recién acabado el curso, y antes de empezar las vacaciones. Con todo tu cuerpo
y tu mente. Todo tú. A punto de conocer tu misión. Reto en un tubito de
cristal. Parece tan frágil, ¿verdad?
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