domingo, 18 de diciembre de 2016

El Arca

Un hombrecillo de extraño aspecto salió a recibirles a la puerta del hangar.
— ¡Hola, amiguitos! ¡Je, je, je! ¡Bienvenidos al Arca!
— ¡Hola, Tiemus! —Pelle le devolvió el saludo—. Aquí nos tienes de nuevo, como cada año. Tiemus es el piloto del Arca, chicos.
— ¡Adelante, adelante! ¡Bienvenidos! ¡Je, je, je, je, je! 
Tiemus se apartó y dejó que las profesoras y los niños entraran en el hangar.


¡El Arca! Los niños prorrumpieron en un sonoro “¡Oooh!” y se quedaron extasiados contemplándola. Hasta las profesoras, que la habían visitado decenas de veces, la miraban fascinadas. No era solamente lo asombroso de sus proporciones, su brillo o su forma sino, sobre todo, el halo de esperanza que desprendía. Algún día no muy lejano, en aquella nave, se marcharían para siempre de su planeta moribundo.


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