miércoles, 28 de junio de 2017

¡Fuerte y suerte, Alia y Bluncan!

Llegó la madrugada y salieron de la Escuela sigilosamente, al amparo de las sombras. Sin Tíril. El profesor no aparecía y no podían retrasar más la partida, pues se arriesgaban a que alguien los descubriera. Pronto llegaron a donde estaba escondido el trivehículo.
— Parece un poco trasto, me recuerda al de los verdes se quejó Alia, entre nerviosa y melancólica.
— ¡Alia! Sólo está un poco sucio.
— A mí parece barco... bueno —sonrió Bluncan.
— ¡Guau, guau!
— Hasta Aina sí —rió el errante.
— ¡Nos hemos olvidado de ponerle el estandarte de los verdes! —exclamó Mesele.
— ¡Es verdad! —dijo Pelle.
— ¡Oh, no pasa nada! —repuso Alia—. Éste es el trivi de Alia y Bluncan. Ya nos haremos nuestro propio estandarte, ¿verdad Bluncan?
— Sí. ¿Qué es... tandarte?
— ¡Estandarte, Bluncan! —rió la niña.























Se despidieron emocionados, mucho más que el día de la partida de los niños puros. Estaban convencidos de que aquella sería la última expedición de la Escuela del Mar y que en ella viajaban todas sus esperanzas.
Empujaron entre todos el trivehículo hasta las olas. Alia y Bluncan izaron las velas. Entonces se volvieron hacia los que les decían adiós desde la playa. El errante sacó de debajo de sus ropas su extraño sombrero y se lo encasquetó en la cabeza.
— ¡Fuerte y suerte! —gritaron Pelle, Mesele y Ketane.
— ¡Fuerte y suerte! —respondió Alia.
Sopló el viento y con su leve impulso partieron. Ambos saludaban a las tinieblas desde la popa, iluminados por una pálida y fría luna menguante que parecía colgar en el centro de un círculo de nubes, como si fuera una bombilla sujeta por un hilo invisible.
— ¿Ya han partido? —resopló Tíril, que apareció de repente corriendo.
— ¡Tíril! ¿Dónde te habías metido?
El profesor contempló cómo se alejaban en la oscuridad. Mesele se le acercó y le cogió por el brazo, mientras veían al trivehículo hacerse más y más pequeño. Entonces Alia y Bluncan encendieron un farolillo en la popa, una luz que se movía arriba y abajo al ritmo de las olas, como si fuera su último saludo.
Pronto el trivehículo sólo fue un puntito brillante flotando sobre las aguas, una estrella más en la inmensidad de la noche.

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