sábado, 22 de julio de 2017

Persiguiendo a los blancos y los azules


Volaron siguiendo los meandros de un riachuelo casi seco que desembocaba en la playa. Aquello no era el mar abierto sino una gran laguna de agua salada, reliquia del antiguo océano. Los pájaros marinos hicieron acto de presencia, alborotando con sus gritos y rodeando el trivehículo. Grandes aves viajeras de largas alas blancas flotaban en el aire a su lado, como hermanas pequeñas de la nave. Alia pensó que volar era el regalo más maravilloso que la naturaleza podía otorgar a sus criaturas, mientras sus ojos escrutaban el paisaje en busca de alguna señal de los blancos.














De repente se fijó en una de aquellas magníficas aves viajeras, que yacía malherida sobre la arena de un tómbolo que unía a tierra una gran roca lamida por las olas. Sus alas se alzaban dobladas de forma antinatural, señalando el cielo. Las aves que volaban cerca del trivehículo eran grandes, pero ninguna tanto como aquel ejemplar, que cuanto más se acercaban más se parecía a...
— ¡Bluncan! ¡Abajo, deprisa!


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