domingo, 10 de junio de 2018

¡Sinanté, Espia!

Se abrieron paso a través de la espesura internándose entre los árboles. Costaba avanzar entre aquel caos de rocas y troncos. La mañana era fría y otoñal y el bosque estaba lleno de sonidos: cantos de pájaros que nunca habían oído, gritos extraños y algún bramido lejano, un sonido gutural y misterioso, como un heraldo de tiempos muy antiguos. De vez en cuando la madera resonaba como un tambor, golpeada por el pico de algún ave de la fronda.
No me gusta este sitio dijo Alia. Me sentía más tranquila en la cueva.
Pues a mí me parece fantástico dijo Espia, agachándose para pasar bajo un árbol caído.
De pronto todo quedó en silencio. Los sonidos del bosque cesaron. Furo, que abría la marcha, se detuvo.
No me gusta repitió Alia.
Teno, que iba el último, tiró de la larga lanza que llevaba sujeta a la espalda y que le había acompañado desde el país de los etéreos. El roce del arma contra la tela de la mochila silbó en el aire. Alia se volvió y le miró en silencio; llevaba en bandolera el arco de los etéreos de Teno. Cogió el arco y sacó una flecha del carcaj.
¡Y entonces la bestia les atacó! Un ser oscuro y muy grande. Furo recibió el primer impacto y salió volando por los aires. Espia chilló, aterrorizada. Alia y Teno dispararon a la vez sus armas. En medio del fragor de la lucha hubo un grito agudo, prolongado. Como un fantasma, tan rápidamente como había llegado, la bestia se escabulló entre el follaje.
¡Amigos! ¡Verdes! llamó Furo desde el suelo.
¡Furo! contestó Teno. ¡Furo!

¡Se ha llevado a Espia! consiguió decir el chico entre aullidos de pena.


Corrieron, chocando furiosamente con las ramas, tropezando con las raíces de los árboles, gritando con rabia y desesperación el nombre de su amiga.
¡Mirad cuanta sangre! Furo estaba aterrorizado. ¡Padres fundadores!
¡No puede ser de Espia! jadeó Teno saltando junto al chico. Eso es que le hemos acertado.
¡El aura aún protege a Espia! chillaba Alia, corriendo tras ellos.


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