miércoles, 14 de noviembre de 2018

La luz que arde en el mar

¿Habéis visto? ¿No es increíble?
A mí no me parece increíble. Sólo espero que tengas razón.
Teno, no seas tan negativo. Seguro que es lo que dijo Furo.
Pues no se ve nada.
Espeeera.


El bote embarrancó en la arena tiznada de blanco y los tres niños saltaron a tierra. Teno desató la lanza.
Por si acaso dijo.
Subieron por la pendiente en completo silencio. Tras ellos, el rumor de las olas lamiendo la playa del islote era el único sonido ambiente. No se oía ni se veía otra cosa, ni un pájaro, ni una hierba...
¿¡Qué!? exclamó Furo con expresión de triunfo. ¿Tenía o no tenía razón? ¿Eh?
Se habían asomado al borde de la ladera para ver de dónde provenía la columna de humo. Y sí, allí estaba: parecía un pepino muy grande clavado en la tierra, un pepino de color verde chillón, incrustado en la arena amarilla del fondo del cráter que seguramente  había formado al chocar contra el suelo. El calor que desprendía fundía la nieve del interior del cráter y la transformaba en vapor de agua, que brotaba a borbotones de la base del pepino.
La luz que arde en el mar… lo que dijo La Madre.
Tenías razón, Furo. Es la nave extrasolar, seguro dijo Alia sin poder contener su asombro.
Será una nave espacial, como decís vosotros observó Teno, molesto aún por tener que darle la razón a su amigo. Pero es la cosa más ridícula que he visto jamás.
Venga dijo Furo conciliador, vamos a acercarnos. 

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