miércoles, 10 de mayo de 2017

En el desierto de Asanion. Solos.

Montaron el campamento bajo un arco natural de piedra. El cielo se fue tiñendo de azul oscuro y pronto se dibujaron en él las primeras estrellas. Las llamas se elevaron con dificultad, pues en aquella latitud el aire ya empezaba a estar enrarecido y el oxígeno era escaso. Cenaron alrededor del fuego y volvieron a hablar del mundo nuevo al que viajarían con el Arca.
— A mí me gustaría vivir en un planeta azul y verde, pequeño, lleno de agua y de selva. Y con dos soles. ¿No sería chulo tener dos soles en vez de uno? —imaginó Audo.
— Si calientan como éste… ¡No, gracias! —replicó Vitia.
— Pues a mí me gustaría que llegáramos a un planeta tan lleno de agua que sólo hubiera unas pocas islas —soñó Coro.
— Vuestros planetas están muy bien, pero tampoco tienen por qué ser tan húmedos, ¿no? A mí el desierto me gusta.
— ¡Anda que...! ¡Qué dices, Teno, mira que eres rarito! ¿A ti te gusta el desierto?
— Pues sí, me gusta. Eso sí, con muchos oasis.
— A mí, ni con oasis —bufó Vitia—. ¿Y tú, Espia, a ti qué te gustaría?
— A mí me gusta todo: el desierto, el agua, el verde,... todo.
— A mí igual —dijo Furo.
— ¡Ya! ¡Claro! —exclamó Coro con una media sonrisa.
— Eh, ¿qué quieres decir? —dijo Furo, levantándose de un salto. Coro salió corriendo y Furo persiguiéndole. Todos se reían.

— ¡Corre más deprisa, que te pilla! —gritaba Audo.














Al final rodaron los dos por el suelo, entre carcajadas de los demás.
Era agradable estar allí todos juntos, de noche, a salvo por fin del sol ardiente... Y solos, sin personas mayores. Allí se sentían libres y audaces. Si Alia estuviera también, pensó Teno...
— ¡Hey, mirad! —dijo Espia.
Una polilla sobrevolaba la hoguera confundiéndola con la luna, que aún no había asomado por el horizonte. Todos se alegraron al ver que un pequeño ser vivo venía a hacerles compañía. Tal vez sí que encontrarían alguna planta, después de todo.  


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