Caminaron lentamente, tratando de aplazar el momento del adiós. El
arbolito, que milagrosamente se había resistido a morir, parecía el único ser
vivo en muchos kilómetros a la redonda. Era un pistachero. Debía de hundir sus
raíces hasta lo más profundo, en busca del agua, y aún ofrecía el tesoro de
algunos pequeños frutos. Llegaron junto al árbol y se quedaron allí, en
silencio.
— Bluncan, si te pasara algo, yo...
— No pasará nada, errante yo. No preocupes.
— Bluncan, cuando te conocí me dijiste que
eras un viajero. —Alia sentía un nudo en la garganta. No podía hablar. Respiró hondo y
continuó—:
Si no volviéramos a encontrarnos… Yo te prometo que volverás a viajar, Bluncan.
¡Te lo prometo! Yo te llevaré conmigo a las estrellas.
— Yo sé, Alia. Ven aquí.
Se agachó y la abrazó con ternura. Estaba a punto de llorar, y no
quería que la niña lo viera.
— Yo estaré bien, Alia. Te espero. –-Se
levantó y haciendo un tremendo esfuerzo por no llorar, añadió—: Te quiero, Alia.
Sinanté.
— Yo también te quiero, Bluncan –-contestó
la niña con los ojos llenos de lágrimas.
Luego, lentamente, el errante empezó a alejarse. La perrita miró al
hombre y luego miró a la niña. En sus ojitos se veía la perplejidad. Volvió a
mirar al hombre y corrió tras él.
— ¡Aina! ¡Aina! ¡Aquí! ¡Ven, Aina!
El errante se dio la vuelta y vio a la perrita. Amorosamente la
levantó del suelo y acariciándola la llevó de nuevo hasta donde estaba la niña.
Le dio un beso y la puso en los brazos de Alia.
Lo vio alejarse por segunda vez. La perrita ladró. Era hora de
partir. Tenía que encontrar a los verdes cuanto antes y regresar con ellos
hasta dar con su amigo el errante. Para después, todos juntos, volver a
Antartia con La Planta, costase lo que costase. Para que los puros, que soñaban
con abandonar la Tierra y empezar otra vida en un mundo nuevo, pudieran ver
cumplido su sueño.
— ¡Sinanté, Bluncan! ¡Sinanté! —gritó.
"Vida perpetua". Así se despedían los miembros de la
hermandad, cuando al fin se separaban. Se dio la vuelta, corrió hasta el
trivehículo y despegó.
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