Furo,
que se había pegado a Kotenai, esperaba agazapado junto a él en una de las
paredes laterales, esperando junto a otros cazadores la entrada de alguna posible
presa. El final del valle estaba cerrado por altos muros de tierra y roca
suelta, con una charca a sus pies. Pronto llegó a sus oídos el rumor de la
estampida, como el rugido de una tormenta acercándose velozmente.
—
¿Estás listo? —preguntó el cazador.
—
Sí —respondió Furo. Aunque luego pensó que, en realidad, no sabía
para qué estaba listo. Bueno, él vería y luego haría.
En
medio del estruendo ensordecedor, escucharon cada vez más alto y claro el
retumbar de las pisadas de un grupo de animales que sin duda venía hacia ellos.
Furo y Kotenai se asomaron con cuidado. Enfrente de ellos, otros guerreros se
asomaban también. De pronto, por el recodo del cañón aparecieron las moles gigantescas de tres
balquiteros. Los animales, que trotaban apresuradamente, llegaron hasta el
borde de la charca y se detuvieron confusos, resoplando. Sus ojillos, pequeños
en relación con su enorme corpachón, miraban en todas direcciones buscando una
salida. Eran dos adultos y una cría ya crecida.
Surgiendo por detrás de ellos sigilosamente, algunos cazadores
prendieron fuego a los juncos secos y la paja que habían acumulado en las
orillas del arroyo que drenaba la charca, para impedir que los animales
pudieran retroceder. Pero los balquiteros les descubrieron casi enseguida y volviendo
grupas se lanzaron al galope, tratando de escapar de aquella trampa mortal. El
primero de los adultos atravesó entre las nacientes llamas como una exhalación,
aplastando a su paso a uno de los desventurados cazadores. Pero la cría, que
corría entre los dos adultos, titubeó un momento ante el fuego, que crecía
rápidamente. Aquella indecisión fue aprovechada por Wanapai, que estaba escondido delante
de Furo y Kotenai: se levantó con un grito y hundió una lanza en el costado del
segundo adulto. Las dos bestias, atrapadas entre el fuego y los cazadores,
bramando aterrorizadas, sucumbieron rápidamente, con sus cuerpos acribillados
por las lanzas y las flechas de los bune.
No hay comentarios:
Publicar un comentario